jueves, 18 de junio de 2009

Carta abierta al Sr. Alan García

¿Tiene que ser siempre tan alto el precio de su entendimiento?, ¿cuál es la garantía que le avala el seguir teniendo crédito para dar la cara cuando su deuda es ya impagable? Sabe usted que tiene en su palmarés el brío de millones de escépticos que se largaron y enajenaron para no volver al país que usted en los 80’s manejó al ritmo de sus dosis ansiolíticas; el saldo de unos puños en alto que aún yacen en las profundidades de La Punta; y la nada despreciable cifra inflacionaria con la que en algo casi igualamos a Germania y su récord de los 20’s. Aún así, usted nos dejó lo que creíamos sería su último suspiro, al crear junto a Thorndike y Mantilla, desde los suburbios ignotos, al reo que quiso 15 y estuvo 10, y hoy posiblemente agonice por 25 años, si es que las voces de los campos rosáceos se lo permiten. En aquel frío del inicio de los 90’s se largó a reflexionar y creyó que leyendo a Samuelson en las calles de París, encontraría las respuestas a sus errores y pecados. Un decenio después, retorna sin corbata y evidentemente anchísimo y fresco. Se aprovecha de la enorme masa estúpida de Ugarte que es casi todo su partido, y la amnesia e ingenuidad de muchos de los primates de este terreno; para casi entornillarse nuevamente en el sillón; mas, le bastó sólo un quinquenio para transar con aquellos rostros anónimos que alguna vez lo traicionaron, y los fieles absurdos que siguen al nipón, para hacerse de su querida banda bicolor; sosteniendo un verso responsable que maquilla su megalomanía por tener la esperanza de ser recordado como un hombre que pudo y que sabía.

Pero el precio de su entendimiento siempre son las vidas frías, y me imagino que su gordura de pastillas y comida, se sacude y se agita cuando un grupo de olvidados nos recuerda que también podemos decir No; y obedeciendo el dictamen de su mecánica insana ordena el sacrificio de los incautos uniformados al frente, y resume en la memoria de un pueblo - al ver su cielo azotado de hélices y balas – unas flores y un discurso de luto. Pero no entiende que lo que mata no son los muertos enormes, sino el saber que usted al fresco de una lectura, tras haber hecho porcentajes en mesa redonda el domingo, da cuenta de un arrepentimiento, que ya le estaba costando números a aquellos que le susurran desde anónimas gerencias, así como a las hordas japonesas y a su mocha llena de aspiraciones y amnesias.

Yo me permito escribir este sincero berreo, sabiéndome uno más que grita y marcha, uno más que va y que viene de otro polo a su casa; sin cadenas de tiendas ni intereses mezquinos, y siendo un totalmente imperfecto sujeto que reflexiona y que le duele, que recuerda y se avergüenza. Se que para usted estas letras no valen y sé que será inútil creer que en su giba resuena el eco de un terreno que usted cree que gobierna pero que en el fondo sólo con su rostro el deseo puntiagudo de los verdaderos otros representa. Pero sepa usted, Sr. García, que bajo tierra las flores no dan perfume a lo que en vida se pudre, y los fantasmas no olvidan lo que usted se olvida y enmienda con un medicamento insalubre.



Jonathan Estrada
D.N.I. 42315482
Lima, 18 de junio del 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Señor Estrada:
Siempre es un gusto encontrar líneas puras luego de sortear por tantas horas páginas, sitios y demás vómitos de uno y otro lado, sin saberse en donde anda uno. De aquellos de voraz ego, otros de angustia efimera...los hay también de necia y absoluta cordura.
Quizá porque no es nada de lo anterior es que le agradezco el día. Menos cordura es lo que nos falta para acabar con la pus presidencial. Saludos desde Tacna. Rita Pimentel