martes, 15 de enero de 2008

Se apagó mi beso.
Y su oficio de estampilla que imprimía
Al sobre de tus ojos, se abrió en otro buzón;
Violentamente y sin cordura por el ala del engrudo
Rasgando el contenido de mi carta,
Allí donde iba el celo sosegado por los años calmos
Y la telúrica confianza que empezaba a desnudarse.

Se apagó mi labio.
De tanto haber creído su virginia pared enamorada
Que ahora pintada de otra brocha, suave y ancha
Ya no hay grumos, seguramente…
Más el porrazo y su alboroto
Me dejan aún más torpe entre pinceles
Y Ahora cual placa del sur, a veces calmo,
A veces tE Nso,
Ruedo entre endechas y ajenjos.

Se apagó mi rezo.
Al cirio único de tu ganado altar
Y de a pocos se hace oscuro el óleo de tu sombra
Que ya no persigno al paso;
Más sabe QuieN por qué
No pierdo toda fe…
A pesar del labio abierto
Y la comunión atea.

No hay opio más fuerte que el que yo crea.