sábado, 23 de febrero de 2008

vigilia

Al dolor de los ojos médicos te contraes,
Inexperto y aún más valorado.
Más nuestro impávido tacto es disimulo.

En el fondo, algo sabemos.


Y si las botellas turbias de Hipócrates algo hicieran
Ya tus ojos lo sabrían,
Ya tus huesos de pluma nos lo dirían;
Pero anversa se aposta la capucha oscura y su aguijón
Confundiendo sus nombres tal vez en la lista
Quizá actuando con certera razón.

Allí en redor de tu lecho amarillo
Demostramos lo poco que fuimos a tu alcance postrero,
Tras dejar las llagas en el tintero
Y un pedazo de vida en cada esquina sin recuerdo.

Y nos es conveniente el murmullo
Una vez concluida la clínica prédica.
Pues vale poco una presencia
Si a una hoja ni la lluvia le quita lo seca.

Más no daré al morbo su estrella ni bengala,
Ni al rezo la oportunidad de vestirse de gala
Pues ser de discurso matemático y derecho
No te aplaca ni repone las marcas;
Pues allí donde el día te dura 30 horas
Tendremos que velar cuarenta
Si es que no queremos el toc toc minutos antes de la hora.
No son sutiles los minutos al trabajo, tampoco en él,
Ni se acercan a la espera de las grandes respuestas
Mucho menos a la compasión que da la silla,
Ergonómica o de tachuelas.

A veces me gustaría pensar en una danza
Que al desorden aclame el vuelo de papeles y sus ganchos
Los descuadres en haberes
Y los beneficios a los rostros de la espalda sin resane.
Porque allí si hay rostros sin neón sino carbón
Y muge la cutícula de gastada su tanta seis a veintiuno.

Pero seamos sinceros -o finjamos bien-
Estamos aquí, algunos de inercia de globo maquillada con suerte
¿! Y el esfuerzo!?
Ja.
Yo no me creo ello;
Pero puede que poco pueda revertir
Para izar un nombre o una consigna
O salir de una vez TODOS por ese pórtico,
Sin tarjetas tarjadas, ni remordimientos de peseta.

¡Ahí vamos!!