Como por doméstico sosiego
En un alba común y tarumba de jueves, al remover los marchitos espacios
De la habitación que me acoge sin reparo toda ósea hueste
Me adentro al misterio, de uno de esos baúles del recuerdo.
El, luce añejo y medio tinto, descascarado de polvillo amarillo
Y trajinado en los miércoles del olvido que sostiene en sus 4 tristes vestigios,
Y pende de él un asa, media curva, media laxa
Que roída y en un bronce enmarañado de orfebre censura
Se me muestra como la llave a la apertura, de unos días que empuje a una enorme cerradura.
Al coronar la memoria, como un puje de parto sufrido
Observo las sinceras confesiones, de un hombre que no es ya ese hombre
De un mediático suceso, que se quebró en el túnel del encogimiento
Que revolcaba sus tensos miembros, en pinturitas y fraseos del yo sujeto
Como si fuera él un tectónico suceso, o un enviado del barlovento.
Más, hay en esas fotografías raídas, con recortes y cintas de tintineo rimita
Un hedor de pánico sincero
Que recorre a ojos abiertos el desdén de la mocedad y sus deseos
Que cuando uno tiene lozana la frente, se arropa en dulces sueños
Que febriles y motores… empujan los pies en búsqueda de dolores.
Y heme allí donde no he caído
Por voluntad o fierro tibio, de una distante cautela ante los hechos
O siendo brutamente palabrero… por miedo.
Entonces, aprendido está, que de un baúl roído, sólo se extrae dos momentos:
Lo azaroso que es ser un mozalbete pedigüeño
Y lo escabroso que es ser un hombre derecho,… de los cuales
Ya no tengo en ninguno puesto el recuerdo,
Y mucho menos, la decisión de sus pasos siempre lentos.
miércoles, 9 de mayo de 2007
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