El candor gastado
Y evaporado el beso…
Cuestan los peldaños del empinado descenso.
Rancias mis calcetas,
Mustios tus sombreros,
Somos la urna de las joyas olvidadas;
Sin brillo ni rubor para ser estrellas de nuevo.
Somos la colcha que tirita…
Y gastada nuestra sábana, aún nos aguardan los inviernos.
Madrugadas con falla y morada en guerra fría
Tensión del músculo viejo,
Pensión del bullicio en silencio,
Y calambres en los espejos.
Te sirvo el mate del sereno
Y a cuatro codos en mesa
Estiro mis huesos polvorientos;
Y temblorosas las falanges
Comienza a desmoronarse este universo.
Rocío del furor al viento
Arena de los años fungidos en el beso,
Que se despilchan de mantos recuerdos
Danzando en el viento eterno del ignoto romance
Que no se olvida en el patio de los trastes
Sin habernos tirado antes los cubiertos.
Allí donde acurrucados fenecemos
Como una loma de polvo
Un montículo debajo del edredón sin sueños
Vamos colgando las bufandas
Que sin largarnos de cuando en cuando, no hay parada sin regreso.
viernes, 10 de junio de 2011
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1 comentario:
Aplaudo su liberación por fin, siempre es admirable.
Y es que no había otra forma, era necesario coger la carroña diaria para levantarla y ufanarse, observarla con estoicismo, darle por su lado, mimarle quizá y demostrarle luego que aún se puede vivir a pesar suyo. Transformar.
Menudo problema que luego, tan embelesados en el acto y la obra, no haya ningún motivo para alejarla, más bien se la necesita.
Cuánto placer debe encontrarse en este juego extraño, como si la carroña se ungiera en la materia de nuestros días y dejarla sería incluso más desolador.
Por suerte todavía puedo elegir el camino difícil y dejarla. Ojalá supiéramos pronto otro juego de equilibristas.
Pronto.
José Ramón
QEPD
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