El navío sereno y la sal en el rostro agrietado.
La balsa encallada…
Y el horizonte desparramado en sensualidad occisa.
Saber que no habrá buen puerto es una certeza tan vacía
Que el vaivén del océano se luce áurico de pasiones
Y a El que no se le niega nada
Se le entrega la caspa, y la testa rapada.
La calma densa
Que augura el remolino;
Es un bálsamo insano de los rumbos que no tomaste
Y en el navegar enfermo
La dársena de la muerte se escribe,
Como un viejo saxofón exhumándose en el bar sucio del callejón perdido.
El corazón en duda
Envuelto de afeite sin brisa
Te rodea de la misma soga que sujetas hasta hacerte llagas
Pero igual te plantas a dos patas frente al olear
Donde sabes que perderás hasta lo perdido
Y el fiambre es un accesorio cosmético del paisaje
Que moja lo reseco de todos esos magros recuerdos.
Hay rumores de tempestad…
Hace un invierno todo hubiera sido orilla
Y en este otoño todo es dudas y cuchillas.
viernes, 8 de abril de 2011
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