La realidad perece con un rezo,
Y el pavimento se adorna de hormigas galopantes.
Haciendo cloacas con licencia de dios;
Pantomima de orquesta
Procesión de ateísmo.
Avanza… absurdo.
(avancen hermanos)
De tu mensaje cifrado
Tengo una tecla inconclusa retumbándome en silencio
Como pasos aturdidos;
En desarrollo
En buen camino.
Más no hay despertar sin dinosaurio alguno
Que demuestre cuán necesario es el gélido torrente
Pues no hay manta que consuele
Lo difícil en lo sencillo.
Podría leer proverbios
O caer en la cuenta de juicios etéreos
Pero no soy dodo ni camello
Y ya me quité el casco por si tu disparo es certero.
Soy el cebo que se escurre por la ventana roída
Y el cadáver de un alma sin trino
Que mira el sol y se lo come
Y come el higo hasta que la mente le sangre.
Espero el incendio
El estrellar de la columna del miércoles en el medio.
miércoles, 20 de abril de 2011
viernes, 15 de abril de 2011
al pie del orbe
Inmensidad, llana inmensidad…
Me tocó verte tupida de fierros
Y entumida entre tus torres de ensueño,
Tan cansada,
Tan elocuente,
Tan soberana y demente.
Tu horizonte es un remedo de espejismos
Un enjambre de cadalso
Y un exhalo de horror que quema;
Pero es tan inmensa siempre tu estela…
Que me aplanas y machacas
de
rru
yén
do
me.
No eres la noche abierta
Ni el mar absorto;
Sino un fogón de decisiones revueltas
Donde chapoteo Aleado y chamusqueado (como tiene que ser)…
Falso.
Pero en ti, soy tan ciervo…
Tan tunante y poco verbo
Que me pierdo en el hocico de todas tus fauces,
Y me recuerdo timorato
A sabiendas que no podré huir,
A pesar de ser el gramo ínfimo
En tu sábana infinita
Donde unos escribieron de musas y heroína,
De lunas y madrugadas frías.
De tu estadística me enfermo
De tu cántico me resquiebro
Y de tu inclemente mazo soy acólito cerdeño
Pues te meo,
Te sufro
Y hasta te requiero.
Soy en tu inmensidad lo más pequeño
Pero siempre me encuentras,
Pues no hay búsqueda complicada ni hueso enhiesto.
Hay temblores en el alma
Calambres en tu asbesto.
Me tocó verte tupida de fierros
Y entumida entre tus torres de ensueño,
Tan cansada,
Tan elocuente,
Tan soberana y demente.
Tu horizonte es un remedo de espejismos
Un enjambre de cadalso
Y un exhalo de horror que quema;
Pero es tan inmensa siempre tu estela…
Que me aplanas y machacas
de
rru
yén
do
me.
No eres la noche abierta
Ni el mar absorto;
Sino un fogón de decisiones revueltas
Donde chapoteo Aleado y chamusqueado (como tiene que ser)…
Falso.
Pero en ti, soy tan ciervo…
Tan tunante y poco verbo
Que me pierdo en el hocico de todas tus fauces,
Y me recuerdo timorato
A sabiendas que no podré huir,
A pesar de ser el gramo ínfimo
En tu sábana infinita
Donde unos escribieron de musas y heroína,
De lunas y madrugadas frías.
De tu estadística me enfermo
De tu cántico me resquiebro
Y de tu inclemente mazo soy acólito cerdeño
Pues te meo,
Te sufro
Y hasta te requiero.
Soy en tu inmensidad lo más pequeño
Pero siempre me encuentras,
Pues no hay búsqueda complicada ni hueso enhiesto.
Hay temblores en el alma
Calambres en tu asbesto.
viernes, 8 de abril de 2011
Sereno
El navío sereno y la sal en el rostro agrietado.
La balsa encallada…
Y el horizonte desparramado en sensualidad occisa.
Saber que no habrá buen puerto es una certeza tan vacía
Que el vaivén del océano se luce áurico de pasiones
Y a El que no se le niega nada
Se le entrega la caspa, y la testa rapada.
La calma densa
Que augura el remolino;
Es un bálsamo insano de los rumbos que no tomaste
Y en el navegar enfermo
La dársena de la muerte se escribe,
Como un viejo saxofón exhumándose en el bar sucio del callejón perdido.
El corazón en duda
Envuelto de afeite sin brisa
Te rodea de la misma soga que sujetas hasta hacerte llagas
Pero igual te plantas a dos patas frente al olear
Donde sabes que perderás hasta lo perdido
Y el fiambre es un accesorio cosmético del paisaje
Que moja lo reseco de todos esos magros recuerdos.
Hay rumores de tempestad…
Hace un invierno todo hubiera sido orilla
Y en este otoño todo es dudas y cuchillas.
La balsa encallada…
Y el horizonte desparramado en sensualidad occisa.
Saber que no habrá buen puerto es una certeza tan vacía
Que el vaivén del océano se luce áurico de pasiones
Y a El que no se le niega nada
Se le entrega la caspa, y la testa rapada.
La calma densa
Que augura el remolino;
Es un bálsamo insano de los rumbos que no tomaste
Y en el navegar enfermo
La dársena de la muerte se escribe,
Como un viejo saxofón exhumándose en el bar sucio del callejón perdido.
El corazón en duda
Envuelto de afeite sin brisa
Te rodea de la misma soga que sujetas hasta hacerte llagas
Pero igual te plantas a dos patas frente al olear
Donde sabes que perderás hasta lo perdido
Y el fiambre es un accesorio cosmético del paisaje
Que moja lo reseco de todos esos magros recuerdos.
Hay rumores de tempestad…
Hace un invierno todo hubiera sido orilla
Y en este otoño todo es dudas y cuchillas.
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