martes, 28 de septiembre de 2010

El arpa sangrante

Llegamos tarde… muy tarde,
A esta nueva era.
Resolvimos vegetar en un remanso de ratones
Entre tapas y portadas
Bien mamones de nata negra, la más pura,
Escondiéndonos para sufrir del gozo.

Entendimos que en el desfase está la ventaja
Que permite ser alado y torpe pichón
De remilgo en nido y puchero en silencio.

Pero hoy:
¡ESTAMOS ENTRE USTEDES!
Tras vitrinas y escritorios; con fajines y gemelos…
Y danzamos rompiendo la línea de su marcha hedionda;
Dando en las horas muertas
Certera maña para la pluma.

Y de vez en cuando se frota con deliciosa soledad
El remedo del placer que cuelga,
Hirviendo, cuando su nevera imprime la costumbre en sus muñecas;
Y sacudiendo el nervio como en reclamo ignorante
Enchufando el sexo a la retina
Cuando tú terminas tu informe en horas vespertinas.

Pero somos torpes resistiendo al llegar tan tarde a ese mañana
Que preferimos adelantarnos a un ayer que no murió.

Y el opaco sentimiento humeante
Se hace vapor de microbús en madrugada…
Pero tampoco exijan entereza
Si apenas cuidamos la cáscara
Para no apestar en plena sala de tanta inútil coraza.
Pero sabemos,
Que también te mata ser oráculo
Resolviendo el retraso en el teorema del vaso.

Yo se que la legaña da cuenta que los ángeles tienen piojos
Y la cuerda, esa tripa que tiembla
Es el arpa con la que toca el arcángel deportado,
Nuestras patas y pelos tensos de lado a lado…
Para hacernos saber que sólo somos un cadáver con pellejo,
O el arpegio de un silencio que se escucha rancio.

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