miércoles, 27 de junio de 2007

He olvidado el sabor de aquel cáliz de ambrosía,
Que ignoto en aromas o colores me embargaba las sienes
Por extirpar los mantelitos de las piernas de cría,
O de enrostrar el orín del sueño acomodado en la acera
Siendo eterna la labor del carbón amando la superficie de brea.

De dicho almíbar en cicuta;
Encontrar los patios de múltiples salidas parecía aquella costumbre
de reclinarse los domingos, y rampante los demás días,
echarse en desmoronado goce por ser útil de mentira.

Más, al lóbrego sosiego
Se han sentido extensas las cortinas
Y en extremos de gangrena se han mutilado los orígenes
Como si el terreno del volver se hiciera una acostumbrada ida
Que en sauna de linaza
Dicta el decálogo de:

I.Hincharse más y tener panza de preñada chiva,
II.Lustrar la frente y en súbdita presencia servir de rueda a la calesa,
III.Regar de pétalos las lápidas de absurda presencia,
IV.Dar jolgorio en los días rojos con sensata demencia.
V.Yantar el hervido muslo del cuadrúpedo doméstico,
VI.Y hacer fila ante la briosa plaza del ecrán;
VII.Para en el púlpito altísimo recibir a latigazos el perdón
VIII.De nuestros delitos necesarios en el decatlón;
IX.Que recibe un sereno descanso acostumbrado en edredón
X.Sin haber perdido, obviamente, el ritmo, la sal y el tonto son.

Que así sea.


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