jueves, 21 de julio de 2011

Te Deum

La traición vista en el espejo.
El remedo de una silueta diluyéndose
En puñados de arena disgregados al olvido.
Y el mentón incólume postrado a las orillas del desencanto
Girando y girando…
Allí donde el merengue sabe a nada
Y la sonata solo te zumba la oreja;
Se hace cuarteado monumento del desprecio
Olvido del forastero.

Templos en escombros
Iglesias en cenizas
Y catedrales mohidas;
Conducen esta nación de ensueño
Que se recorre apabullando las cáscaras de rostros tupidos al ventanal
Meándosele cuando se puede
Bailándosele en aquelarre.

Pero la efímera fantasía
En su inocencia rosada, de eterna inocencia
Se olvida de lo amargo del matecito en madrugadas,
Y los corceles de sepia
Invaden el recodo de tu bolsillo
Y exprimen los rincones de tu esencia;
Hasta hacerte cadalso sepultado.
Rúa de memoria digital
Que se pinta de plomo
Y puede verse cayendo en la obediente columna a cubrirse;
Domino espantoso del circo de los payasos muertos.

¿Cuánta migaja es necesaria para hacernos acólitos de la bomba
Y el aderezo de sopa de piedra en flema?

¡Salve al Cristo de plutonio
Que nos vigila del pecado de ser vivos!

¡Ave mercado y etcéteras
Que nos das laburo en cada día!

2 comentarios:

Nicolás Bramón dijo...

Ver a los ojos de la muerte ploma que siempre se nos va cagar de risa en la cara, aun con nuestros cofres sin mapa, los vinilos mentales y esa pírrica poesía que alumbra este tipo de madrugadas, y aún así mantener una pureza post atómica, intratable, por momentos ruidosa, cortada, pero nuestra. El testigo es uno mismo. Inventando el lenguaje. La reacción entre las dos humanidades. No se que tan cerca. Igualmente en ascendencia. Para remecer a la montaña. Antológico hermano. Congratulaciones. Salud

Nicolás Bramón dijo...

Y Amen.