Dios es una moneda,
Que abulta templos y centavos observas
En la colina de las cantatas
Y los reflectores en abundante secuencia.
Para ser desde su ruma
Monumento de envidia y monolito de penitencia.
Dios es un camarógrafo,
Que retrata el disimulo con brillo y sin contraste.
Y en perspectiva de mundano
Ve los murales sin grietas
Simulando con matices el cuarteado fondo de perpetuas quejas,
Para exponer en verbenas
La tarúpida secuencia,
De elogios a la incoherencia.
Dios es un cólico.
Que se olvida con oraciones, que pueden beberse los domingos
Y preguntarse entre gemidos de una selva en perpetuo correteo
Y cornetas del medioevo,
Para así ser más un hombre derecho.
Ay dios, eres tan pantalla y tan suela
Que hasta te creemos coincidencia y venturas.
Ya sabemos que las hojas se caen al ritmo del viento entre brumas.
lunes, 20 de julio de 2009
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